miércoles, 21 de noviembre de 2007

A mis hermanos Aborígenes de toda Venezuela y de América

Diputada
Cilia Flores
Presidenta Asamblea Nacional Legislativa
de la República Bolivariana de Venezuela

Su Despacho:


Con la esperanza de encontrar en esa magna Asamblea nacional el apoyo necesario para la corrección del planteamiento contenido aquí, lo cual me hace solicitar un barrido total de la palabra INDIO y sus acepciones, referidas a los aborígenes venezolanos, de la Constitución, las leyes, los textos de enseñanza y de los discursos oficiales.

Soy nativo del Delta del Orinoco, o bajo Orinoco. Aunque mi partida de nacimiento dice que nací en Tucupita, realmente nací fue en Volcán Arriba, flanqueada la vivienda de bahareque y techo de palma, (temiche) por la casa de los palacios y la de chucho el criador de vacunos, seguida hacia abajo, por la de Basilio Rondón, el pescador
Como el frente de aquella vivienda era casi el propio gran río Orinoco, supongo que, después de tantas crecientes anuales, aquel lugar donde nací ya no debe existir, o debe estar difundido en las arenas del mar, muy lejos de Volcán.
En ocasiones llegaban aquel puerto, curiaras repletas de aborígenes de la etnia Guarao, ofreciendo productos de artesanía, entre los cuales destacaban los chinchorros de moriche, así como los sebucanes, los petos y los manares, para elaborar el casabe. Recuerdo que ellos subían los precios de sus productos y decían que era a causa de la guerra. Aquello era tomado por mis mayores como una viveza de los Guaraos.
En aquel tiempo, ellos eran felices en medio de la abundancia y en armonía con la naturaleza. Cazaban, pescaban, recolectaban y a muy baja escala cultivaban; y todo, equitativamente lo disfrutaban, bajo una conducta comunitaria casi perfecta, cercana al comunismo, que es la perfección de la convivencia social.
Era yo un niño de apenas siete (7) años, cuando por vez primera, vi casa pegada con casa, frente a otra hilera de casas pegadas, con puertas y ventanas de colores. Era una calle de Tucupita
A Tucupita también recalaban los Guaraos, de tiempo en tiempo, a ofrecer sus artesanías y a proveerse de cosas de la “civilización”.
No había mucha diferencia entre mi familia y los Guaraos; porque nosotros también vivíamos de la pesca, la caza, alguna siembra, y ocasionales recolecciones de frutos silvestres. La mayor y verdadera diferencia era, y sigue siendo, la lengua, o idioma, que sucesivos gobiernos se han empeñado en perpetuar, cuando deberíamos ya tener una lengua común, o única en todo el territorio nacional, y no muchas lenguas oficiales.
En otra oportunidad les hablaré de la causa principal de la diáspora hasta ahora indetenible del pueblo Guarao de los caños.
Así como los gobiernos, creyendo hacerlo bien, lo vienen haciendo muy mal con la instrucción bilingüe forzada a los aborígenes de Venezuela; porque ellos han ignorado que se aproxima la adopción de una sola lengua para toda la tierra, que esa iniciativa saldrá de esta tierra nuestra de gracia, que esa lengua única podría ser un castellano reformado que ya existe, y que debíase comenzar por la unicidad del idioma nacional, sin coartar la libertad lingüística étnica, a quienes desearen comunicarse entre ellos, también en sus lenguas ancestrales.
Esa lengua única para toda la tierra, ya está lista para ser propuesta a la ONU, como lengua auxiliar común a todas las naciones; siendo lo ideal que, esa propuesta la haga el Presidente Chávez a nombre de la revolución.
Lo que más me inquieta sin embargo, es lo de “indio”, “indígena”, “indoamericano”, “indigenista”, “amerindio” y demás vocablos, con los que se viene relacionando la patronímica de los ABORIGENES americanos, y en particular, venezolanos.
Ahora se les pretende insertar en el presente proceso revolucionario bolivariano; mientras se pasa por alto que su primer acto revolucionario debe ser la recuperación de su propia identidad, junto al rechazo de la falsa identidad que por error ajeno han venido aceptando durante más de quinientos años.
Resulta que, después de sobrevivir a graves dificultades, de motines; de mala mar e impericia, arribó Cristóbal Colón a tierras desconocidas que creyó ser de las indias occidentales, del continente asiático, lo cual lo indujo a llamar “indios” a los humanos que aquellas tierras habitaban. Transcurrió tanto tiempo bajo el dominio del error, que así pasó a la historia y así ha permanecido desde el inicio de la invasión imperial española hasta hoy día.
Ese tiempo tan largo de repetición del error y de creerse “indio” el aborigen americano, es lo que más dificulta la corrección; por eso se los recordaré a todos mis hermanos de todas las etnias venezolanas y de todo el continente americano, que no hay indios en América. Solo hay aborígenes, como en los otros continentes. De hecho, también en la misma nación india, existen aborígenes.
Por otra parte, me permito informarles que, Venezuela está librando una segunda guerra de independencia, cuyo éxito será más contundente que aquel de la primera independencia; porque esta vez, en esta segunda independencia, la acción emancipadora no se detendrá en los límites de Bolivia y Perú, sino que, llegará hasta los últimos confines de la tierra.
Y por no ver dos fuerzas militares enfrentadas aniquilándose físicamente, no dudeis se trata de una segunda guerra de independencia; lo que ocurre es que las batallas libradas hasta hoy día, se han librado casi todas en los campos electoral e ideológico; pero, tened por cierto que, de que sigan ocurriendo así, sólo dependerá de la conducta de los contrarrevolucionarios; porque está escrito: “La sangre no la piden los que en uso de la razón claman justicia contra sus opresores; el derramamiento horrendo de la sangre es forzado por los opresores; que intentan defender con la vida sus privilegios, su supremacía y la posesión de los bienes usurpados, no quedando entonces a los oprimidos mas remedio, que romper sus cadenas, arrasando las fortalezas de aquellos con ellos dentro. Es así como, inevitablemente corre la sangre, para lavar con ella la senda del progreso encharcada con la sangre de siglos de opresión ejercida por minorías en perjuicio de mayorías.
De manera que, cuando las minorías opresoras arrecian su opresión, sólo están avivando las llamas de la hoguera de su propia destrucción. Su muerte, aunque por otras manos sea causada, no ocurre por crimen, sino por suicidio; ya que ellos mismos prepararon el arma y alentaron la mano ejecutora.
Finalmente, hermanos míos, ¡Cuanto me complacería reunirme con una representación aborigen de toda Venezuela!
Por último, esfuércese cada uno y sea valiente hasta la victoria final, que será inevitable, porque esa es la voluntad del TODO PODEROSO.

Muy Atte.



Virgilio Jiménez
El Escribano

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